Ancianidad, el crepúsculo.
“El secreto de una
buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”.
Gabriel García Márquez
Según
la Real Academia
la ancianidad es el último período de la vida ordinaria del hombre.
Durante
diez años siendo médico de cabecera de Pami
fui testigo en primera fila de
esta condición donde la vida atraviesa estados progresivos, deletéreos y universales
frutos de la interacción de su genética, hábitos e interacción con el medio
ambiente.
Si
fuese cierto, como lo proponen algunos autores,
que la máxima vitalidad del hombre se encuentra en sus treinta años, nos
pasaríamos mas años envejeciendo que creciendo.
En
los últimos lustros la medicina moderna en occidente ha logrado extender el
promedio de vida más allá de los 75 años. Gracias a la nutrición, los
antibióticos, las vacunas y la medicina preventiva en un siglo se aumentaron en
un 50% la esperanza de vida
En
cuanto al componente genético podemos decir que el envejecimiento de los
cromosomas se produce a medida que se
acortan los telómeros (unas
estructuras que protegen a los cromosomas en sus extremos) hasta casi
desaparecer. Este hecho coloca a la célula vulnerable y senescente perdiendo
propiedades y longevidad. El tiempo, los rayos ultravioletas y ciertos tóxicos
(herbicidas) aumentan la concentración de radicales libres que dañan la
membrana celular lo que induce a la apoptosis que es la muerte
celular programada cuando no se puede regenerar una célula. Las mutaciones
genéticas también producen apoptosis.
El
procedimiento apoptósico es normal en la regulación de las células inmunes
(linfocitos) y en la embriogénesis (por
ejemplo al disolver las membranas que separan los dedos en los embriones).
Esta
muerte celular es fisiológica y no desencadena respuesta inflamatoria
difiriendo de la necrosis que es la muerte celular por una agresión.
Múltiples
teorías intentan explicar el envejecimiento: la inmunológica, la oxidación, la
programación genética, de la evolución de la especie, pérdida de capacidad
adaptativa de la regulación de los metabolismos. Quizás pueda ser también algo
multifactorial.
No
podemos soslayar la causa psicoafectiva
personal y social producto de duelos, pérdidas, jubilación e inactividad
ni la fenomenológica en la autopercepción del deterioro global de muchas
funciones.
Hay
casos de envejecimiento exitoso donde se observa el
decremento funcional atribuible solo a la
edad y donde ni la enfermedad, ni los
factores ambientales o adversos del estilo de vida complican oacrecientan el deterioro. Esto representa una mayor reservafisiológica y menor riesgo de enfermedad. Implica cambios prevenibleso reversibles en al proceso de envejecimiento.
factores ambientales o adversos del estilo de vida complican oacrecientan el deterioro. Esto representa una mayor reservafisiológica y menor riesgo de enfermedad. Implica cambios prevenibleso reversibles en al proceso de envejecimiento.
La mayor incidencia de comorbilidad,
es decir, de simultaneidad de enfermedades crónicas se pueden controlar con
medicación y conducta de manera satisfactoria. Los ancianos viven más y mejor en términos de salud física pero esto implica ser,
durante mucho más tiempo, testigo del deterioro propio con lo que esto
significa para el geronte y su grupo familiar.
Nuestra sociedad occidental
discrimina al anciano, lo relega a su condición de abuelo, pasivo, enfermo y
hasta molesto integrante de la familia que entorpece, complica y demora la calidad de vida de la familia.
El abuelo con frecuencia pasa a ser
un individuo ,a burlar y desautoriar, vulnerable en su emotividad y anexo, es
decir, no integrado a la familia.
La primer pregunta que arrojo a los
lectores: ¿se puede mejorar esta tendencia, en apariencia irreversible?
¿Porque, habida cuenta de la mejor
salud general de los ancianos, hoy día esto no nos permite saborear y
aprovechar sus experiencias y enseñanzas?
¿Que hizo que el abuelo pierda su
lugar de otrora en el seno de la familia?
La cosa comienza desde el estado nacional.
La jubilación en nuestro país es
históricamente un sinónimo de empeoramiento socioeconómico. La remuneración de
los jubilados está a la luz de todos y es deplorable. Desde el consultorio veo
con frecuencia las liquidaciones de los jubilados y me pregunto cómo viven,
cómo se alimentan, abrigan y adquieren sus remedios.
Sin embargo, debemos reconocer que,
dentro de nuestra América Latina, Argentina
es uno de los mejores países en
este aspecto. Mucho se ha hecho por promover el turismo de la tercera edad y
las actividades socioculturales. ¿Son
suficientes estos aportes?
Hasta aquí ya hemos tocado algunos puntos
desnaturalizantes de la calidad de vida como lo son la enfermedad, el
aislamiento y el empobrecimiento.
Los abuelos en actividad ya no
cambian su vestuario, su auto, si lo conservan, es viejo, deben renovar el
registro todos los años, se encuentran más solos y discriminados aun en el seno
familiar de queridos descendientes.
Nuestra sociedad con frecuencia
piensa que un anciano es una persona más
lenta, más débil, más enferma, sola,
empobrecida, triste, con menos memoria y con múltiples pérdidas materiales y
humanas. Los amigos y su cónyuge generalmente ya partieron. Desolados por las
noticias de la radio y la televisión, “los tiempos pasados siempre fueron
mejores” no comprenden cosas que suceden a diario.
La improductividad de los abuelos los
convierte en deshechos cuando son en realidad los que tanto han trabajado y
luchado por la dicha de sus hijos y nietos.
No es así en Oriente.
En China. Por ejemplo, los jóvenes
tratan de igualar la postura y dignidad propias del abuelo que posee
privilegios como dejar crecer su barba e imponer el silencio cuando hablan. La
gente crece sabiendo que la longevidad le deparará respeto y honor.
En el Islam Dios dice:
Tu Señor ha ordenado que adoréis sino a Él y
que seáis benévolos con vuestros padres. Si uno de ellos o ambos llegan a la
vejez, no seáis insolentes con ellos y ni siquiera les digáis: ¡Uf! Y
háblales con dulzura y respeto. Trátales con humildad y clemencia, y ruega:
¡Oh, Señor mío! Ten misericordia de ellos como ellos la tuvieron conmigo cuando
me educaron siendo pequeño." (Corán, 17:23-24)
En cambio en Buenos Aires donde viven mas de 700000
personas de mas de 60 años hay mas de mil denuncias mensuales de maltrato y
abusos de los adultos mayores.
En España la mitad de estos abusos
son efectuados por sus propios hijos.
En mi generación la mayor parte de
nuestros abuelos fueron inmigrantes o hijos de inmigrantes en su mayoría de Europa. Mi abuelo materno
era griego y vivió guerra y hambruna, aún recuerdo cuando comía arroz y no
dejaba un solo grano en el plato. Las diferencias socioculturales y las
experiencias de guerra de aquellos abuelos eran siderales y nuestros hijos y
nietos nunca valorarán que fueron los que construyeron nuestro país. Solo por
esa razón deberíamos honrarlos.
Las Naciones Unidas fijaron el
primero de octubre como Día Internacional De Las Personas De Edad. No vi ni
escuché mención en algún diario o
programa televisivo de esta fecha. Es
sugestivo del pensamiento global de nuestra sociedad.
Cuando veo un anciano campesino en
mi consultorio y me detengo en la piel de su cara y en las deformidades de sus
manos, trato de representarme una película de lo que fue una vida en la estepa
patagónica cuidando ovejas en un ranchito lleno de perros calefactores y
transmisores de hidatidosis. Jubilados de Policía que se bebieron todo el frío
de nuestras gélidas noches patagónicas. Mecánicos municipales de camiones con
las manos destruidas por el esfuerzo en frío.
Abuelos pioneros inmigrantes y sus
hijos, hoy ya mayores, que hicieron posible que nuestra comarca sea lo que es
hoy, deambulan olvidados por los hospitales y consultorios.
Son
a esos distinguidos pacientes, que les debemos tanto, a quienes tenemos
que cuidar y proveer afecto y contención en
el último tramo de su vida. Ya sin expectativas de dicha, al menos darles la compasión que
merecen.
No debemos olvidar que estamos
rodeados de gente que consume el cóctel de la soledad, enfermedad , pobreza y
desprecio cada día de su ancianidad. Es un deber social, en mi modesta opinión,
tan importante como cuidar de los niños.
Ellos ya llegaron y pese a su mirada
débil y en apariencia vencida, llevan su historia con dignidad aunque con la
pena de no ser reconocidos como lo
merecen.
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