lunes, 5 de agosto de 2013




Ancianidad, el crepúsculo.






“El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”.
Gabriel García Márquez

Según la Real Academia la ancianidad es el último período de la vida ordinaria del hombre.
Durante diez años siendo médico de cabecera de Pami  fui testigo en primera fila  de esta condición donde la vida atraviesa estados progresivos, deletéreos y universales frutos de la interacción de su genética, hábitos e interacción con el medio ambiente.
Si fuese cierto, como lo proponen algunos autores,  que la máxima vitalidad del hombre se encuentra en sus treinta años, nos pasaríamos  mas años envejeciendo que creciendo.
En los últimos lustros la medicina moderna en occidente ha logrado extender el promedio de vida más allá de los 75 años. Gracias a la nutrición, los antibióticos, las vacunas y la medicina preventiva en un siglo se aumentaron en un 50% la esperanza de vida
En cuanto al componente genético podemos decir que el envejecimiento de los cromosomas se produce a medida que se  acortan los telómeros  (unas estructuras que protegen a los cromosomas en sus extremos) hasta casi desaparecer. Este hecho coloca a la célula vulnerable y senescente perdiendo propiedades y longevidad. El tiempo, los rayos ultravioletas y ciertos tóxicos (herbicidas) aumentan la concentración de radicales libres que dañan la membrana celular  lo que induce a la apoptosis que es la muerte celular programada cuando no se puede regenerar una célula. Las mutaciones genéticas también producen apoptosis.
El procedimiento apoptósico es normal en la regulación de las células inmunes (linfocitos)  y en la embriogénesis (por ejemplo al disolver las membranas que separan los dedos en los embriones).
Esta muerte celular es fisiológica y no desencadena respuesta inflamatoria difiriendo de la necrosis que es la muerte celular por una agresión.
Múltiples teorías intentan explicar el envejecimiento: la inmunológica, la oxidación, la programación genética, de la evolución de la especie, pérdida de capacidad adaptativa de la regulación de los metabolismos. Quizás pueda ser también algo multifactorial.
No podemos soslayar la causa psicoafectiva  personal y social producto de duelos, pérdidas, jubilación e inactividad ni la fenomenológica en la autopercepción del deterioro global de muchas funciones.
Hay casos de envejecimiento exitoso donde se observa el decremento funcional atribuible solo a la  edad y donde ni la enfermedad, ni los

factores ambientales o adversos del estilo de vida complican oacrecientan el deterioro. Esto representa una mayor reservafisiológica y menor riesgo de enfermedad. Implica cambios prevenibleso reversibles en al proceso de envejecimiento.
La mayor incidencia de comorbilidad, es decir, de simultaneidad de enfermedades crónicas se pueden controlar con medicación y conducta de manera satisfactoria. Los  ancianos viven más y mejor en términos  de salud física pero esto implica ser, durante mucho más tiempo, testigo del deterioro propio con lo que esto significa para el geronte y su grupo familiar.
Nuestra sociedad occidental discrimina al anciano, lo relega a su condición de abuelo, pasivo, enfermo y hasta molesto integrante de la familia que entorpece, complica y demora  la calidad de vida  de la familia.
El abuelo con frecuencia pasa a ser un individuo ,a burlar y desautoriar, vulnerable en su emotividad y anexo, es decir,  no integrado a la familia.
La primer pregunta que arrojo a los lectores: ¿se puede mejorar esta tendencia, en apariencia irreversible?
¿Porque, habida cuenta de la mejor salud general de los ancianos, hoy día esto no nos permite saborear y aprovechar sus experiencias y enseñanzas?
¿Que hizo que el abuelo pierda su lugar de otrora en el seno de la familia?
La cosa comienza desde el  estado nacional.
La jubilación en nuestro país es históricamente un sinónimo de empeoramiento socioeconómico. La remuneración de los jubilados está a la luz de todos y es deplorable. Desde el consultorio veo con frecuencia las liquidaciones de los jubilados y me pregunto cómo viven, cómo se alimentan, abrigan y adquieren sus remedios.
Sin embargo, debemos reconocer que, dentro de nuestra América Latina, Argentina  es uno de los mejores países  en este aspecto. Mucho se ha hecho por promover el turismo de la tercera edad y las actividades socioculturales. ¿Son  suficientes estos aportes?
Hasta aquí  ya hemos tocado algunos puntos desnaturalizantes de la calidad de vida como lo son la enfermedad, el aislamiento y el empobrecimiento.
Los abuelos en actividad ya no cambian su vestuario, su auto, si lo conservan, es viejo, deben renovar el registro todos los años, se encuentran más solos y discriminados aun en el seno familiar de queridos descendientes.
Nuestra sociedad con frecuencia piensa que  un anciano es una persona más lenta, más débil, más enferma,  sola, empobrecida, triste, con menos memoria y con múltiples pérdidas materiales y humanas. Los amigos y su cónyuge generalmente ya partieron. Desolados por las noticias de la radio y la televisión, “los tiempos pasados siempre fueron mejores”  no  comprenden cosas que suceden a diario.
 La improductividad de los abuelos los convierte en deshechos cuando son en realidad los que tanto han trabajado y luchado por la dicha de sus hijos y nietos.
No es así en Oriente.
En China. Por ejemplo, los jóvenes tratan de igualar la postura y dignidad propias del abuelo que posee privilegios como dejar crecer su barba e imponer el silencio cuando hablan. La gente crece sabiendo que la longevidad le deparará respeto y honor.
En el Islam Dios dice:
http://www.islam-guide.com/es/aqwas-ys.jpg Tu Señor ha ordenado que adoréis sino a Él y que seáis benévolos con vuestros padres. Si uno de ellos o ambos llegan a la vejez, no seáis insolentes con ellos y ni siquiera les digáis: ¡Uf! Y háblales con dulzura y respeto. Trátales con humildad y clemencia, y ruega: ¡Oh, Señor mío! Ten misericordia de ellos como ellos la tuvieron conmigo cuando me educaron siendo pequeño." http://www.islam-guide.com/es/aqwas-ym.jpg (Corán, 17:23-24)

En cambio en  Buenos Aires donde viven mas de 700000 personas de mas de 60 años hay mas de mil denuncias mensuales de maltrato y abusos de los adultos mayores.
En España la mitad de estos abusos son efectuados por sus propios hijos.
En mi generación la mayor parte de nuestros abuelos fueron inmigrantes o hijos de inmigrantes  en su mayoría de Europa. Mi abuelo materno era griego y vivió guerra y hambruna, aún recuerdo cuando comía arroz y no dejaba un solo grano en el plato. Las diferencias socioculturales y las experiencias de guerra de aquellos abuelos eran siderales y nuestros hijos y nietos nunca valorarán que fueron los que construyeron nuestro país. Solo por esa razón deberíamos honrarlos.
Las Naciones Unidas fijaron el primero de octubre como Día Internacional De Las Personas De Edad. No vi ni escuché  mención en algún diario o programa televisivo de esta fecha.  Es sugestivo  del  pensamiento global de nuestra sociedad.
Cuando veo un anciano campesino en mi consultorio y me detengo en la piel de su cara y en las deformidades de sus manos, trato de representarme una película de lo que fue una vida en la estepa patagónica cuidando ovejas en un ranchito lleno de perros calefactores y transmisores de hidatidosis. Jubilados de Policía que se bebieron todo el frío de nuestras gélidas noches patagónicas. Mecánicos municipales de camiones con las manos destruidas por el esfuerzo en frío.
Abuelos pioneros inmigrantes y sus hijos, hoy ya mayores, que hicieron posible que nuestra comarca sea lo que es hoy, deambulan olvidados por los hospitales y consultorios.
Son  a esos distinguidos pacientes, que les debemos tanto, a quienes tenemos que cuidar y proveer afecto y contención en  el último tramo de su vida. Ya sin expectativas  de dicha, al menos darles la compasión que merecen.
No debemos olvidar que estamos rodeados de gente que consume el cóctel de la soledad, enfermedad , pobreza y desprecio cada día de su ancianidad. Es un deber social, en mi modesta opinión, tan importante como cuidar de los niños.


Ellos ya llegaron y pese a su mirada débil y en apariencia vencida, llevan su historia con dignidad aunque con la pena de no ser  reconocidos como lo merecen.

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