Con la Creación de Haydn (dúo de Adan y Eva)
Me pregunto con frecuencia que va a ser de la generación de nuestros hijos ya en adolescencía tardía o, en todo caso, adultez precoz.
Los podemos observar con frecuencia ensimismados en sus cosas, cerrados hacia los adultos mayores a quienes consideran decadentes y equivocados.
Nos critican con esmero aunque, aun a edades en las que nosotros ya habíamos formado un hogar, siguen dependiendo en sus ingresos y su techo. En ocasiones, convivientes con sus padres, tienen ingresos pero no aportan un peso a la economía familiar.
Su aspecto es detallado, producido, sin importar el sexo cuidan mucho de su apariencia y destinan la mayor parte de sus ingresos a la "calidad de vida": buena ropa, año sabático, buen celular y sin objetivos a la vista. Se quejan mucho de mucho. Saben, muy bien, lo que es bueno en cada rubro, autos, deportes, perfumes y ropa.
Su futuro a mediano plazo no es un tema y aquí es donde me detengo.
Recuerdo esa época de mi vida, en los claustros universitarios o en la residencia médica. TODOS eran sueños: enamorarse, formar una familia , crecer profesionalmente, tener hijos, construir un hogar y, por último, alguna vez viajar.
Año sabático? Ni ahi! si hacíamos cada locura para safar de la conscripción para no perder un año...
Viven on line, escuchando música, con frecuencia electrónica, rítmica , fuerte y disonante. Los auriculares los aísla del mundo. Siempre hay una pantalla encendida, TV, Tablet, Notebook, PC, celular. Poco libro, poca lectura por ende mala ortografía y pocos sueños.
Este modo de vivir fuera de sí mismo, escindido de su libertad trascendente, conectado full time con todos sus pares e intercambiando mensajes breves , detalles banales y pequeñas noticias del mundo que le llegan en forma permanente a sus teléfonos constituyen el "pasar" por la cotidianeidad.
Me pregunto en que momento piensan en sí mismo.
¿Que opinan de su existencia? ¿Que ocurre cuando, por alguna circunstancia, están sin esa conexión con sus pares?.
"Nunca estoy menos solo que cuando estoy solo"
¿Que opinarían ante esta filosófica pregunta?
¿Que exigencias, tendencias y deseos profundos le brotan de su esencia? Hay que preguntarse si se escuchan así mismo.
Hay que preguntarse el grado de responsabilidad de nuestra generación en el surgimiento de esta "modalidad solipista" de ver el mundo como un distante escenario que nos rodea pero nos afecta poco.
Preguntas y más preguntas sin respuestas nos llevan a la resignación y a las excusas .
Claro que hay excepciones y eso es lo preocupante. Que sean excepciones.
En menor escala , nosotros los cincuentones, deambulamos también por allí.
La vacuedad nos invade.
Observando el lenguaje que disponemos está repleto de palabras tales como insuficiencia, insignificancia, limitación, impotencia, imperfección, fracaso, obstáculo, pequeñez, soledad, muerte, finitud, infelicidad, temporalidad, etc,etc.
Estas palabras inventadas por ascetas, filósofos, moralistas y teólogos no hacen otra cosa que confirmar la pequeñez que somos.
Lo poco que resultamos ser.
Esta agobiante experiencia de insignificancia solo puede ser resuelta con una reacción. Una reacción propia del ser humano .
Un comportamiento que se nutra de palabras tales como , iniciativa, estrategia, colaboración, identificación, objetivos.
Para esto es necesario en algún momento una profunda mirada hacia nuestra mismidad. Una rebelión interior.
Enojarse, ofenderse y hasta repugnarse por ese pequeño monstruito de la insignificancia.
Nuestros hijos lo necesitan más que nunca y en nosotros esta la responsabilidad de inyectarles esa vacuna.
Sacudirlos mirándolos a los ojos y transmitirles amorosamente que en esa actitud de encierro se llega a la nada.
Es ésta una obligación nuestra. Una Re Creación.
Sí, evidentemente en muchas cosas son distintos de lo que fuimos. Así como nosotros fuimos distintos de nuestros padres. A veces para bien, otras no tanto. Muchas veces me encuentro diciendo lo mismo que vos ante actitudes de mis hijos que me irritan o me angustian. En casi todo considero que éramos mejores. Pero hay algo que rescato de ellos: tienen menos miedo. De equivocarse, de quedarse atrás, de empezar de nuevo, de pasarla bien. Porque, en definitiva, creo que la pasan mejor de lo que la pasamos nosotros, mucho más propensos al sacrificio. Veremos como concluyen sus vidas. Como evolucionan. Lamentablemente, no estaremos para mirarlos.
ResponderEliminarYo encuentro que la pasan mejor que nosotros, que enfrentan quizás mejor las dificultades. A lo mejor mis hijas no sean una muestra común porque en sus vidas han tenido que enfrentar muchos problemas realmente graves como el divorcio de sus padres, lo que no es menor, además de tantas otras cuestiones. Por mi parte las veo evolucionar con gran fuerza, arremeterle a la vida como lo hicimos en otros tiempos -tiempos distintos-, nosotros. El secreto, creo, es verlos frente a sus propios hijos y a sus creaciones de todo orden, inter e intra personales. Soy más optimista que ambos, pero a lo mejor, finalmente, uds. tienen razón. Quizás no estaremos para mirarlos, pero por suerte esa es la ley de la vida..., y nada mejor que esa ardua circunstancia.
ResponderEliminarCada hijo , para sus padres, son excepciones. Es lógico que así sea. Yo recojo aquí una impresión general que surge de un experiencia familiar y profesional. Es todo un tema. Tus hijas , querida hermana, son excepcionales, por ante mí doy fé.
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