miércoles, 20 de noviembre de 2013

Los años no llegan solos


En una anterior entrega hablamos del envejecimiento desde lo psicosocial.
Hoy nos referiremos al envejecimiento biológico.
Los procesos biológicos de nuestro organismo envejecen “normalmente “con la edad.
Estos cambios son predecibles y aumentan la susceptibilidad a las enfermedades.
A su vez, distintos organismos envejecen de modo diferente dependiendo de factores ambientales, genéticos, estilo de vida y exposición a distintos agentes nocivos.
Un estudio Danés evidenció que los factores ambientales son más importantes que los genéticos aunque, para llegar a edades avanzadas (90 100 años) si se requiere buena genética.
Otro de los ritmos normales que se altera con la edad es el circadiano, aquel vinculado al ciclo vigilia sueño entre otros. Es bien conocida la necesidad de dormir más de los jóvenes.
El ritmo de secreción  de la hormonas de crecimiento,  melatonina,  cortisol y las gonadotropinas  (vinculadas a la producción de óvulos y espermatozoides ) entre otras se atenúan con la edad.
Con los años también se altera la capacidad de “resetear” los fotoperíodos que se producen por ejemplo en los viajes de larga distancia. (Jet lag). Recuperar el ritmo sueño- vigilia cuesta más.
La pérdida de complejidad con los años deterioran la capacidad de reacción al stress, las variaciones de la frecuencia cardíaca, presión arterial y de las frecuencias auditivas y electroencefalográficas.
Los desafíos al equilibrio interno (homeostasis) encuentran disminución en las reservas habituales. Este concepto se denomina homeostenosis y consiste en el aumento de la vulnerabilidad ante las enfermedades con el correr de los años.

Un ejemplo frecuente es el delirio o la confusión en los ancianos al internarse en un evento agudo que puede ser desde un ataque cardíaco a una infección o una hemorragia. Las reservas anti-confusión o delirio están agotadas y el equilibrio queda más lejos.
En parte somos vulnerables con los años por la energía que usamos para compensar ese envejecimiento normal cosa que no sucede en jóvenes.
La médula ósea productora de las distintas células sanguíneas tiene menos células progenitoras y más grasa. Esto disminuye, en parte, las defensas del organismo ante diversos ataques externos.
Comparando estos “nidos de células” hay un 30 % menos en ancianos que en jóvenes. De este modo, la repoblación de células tras una pérdida es mucho más lenta en mayores de 65 años , por ejemplo para recuperarse de una quimioterapia.
En cuanto a la coagulación se producen dos fenómenos, por un lado las plaquetas (partículas responsables de formar coágulos responden más lentamente en los sangrados pero simultáneamente la edad avanzada presupone un estado pro-coagulatorio al incrementarse distintos factores de coagulación por un mecanismo inflamatorio propio del envejecimiento.
Los riñones a los 75 años ya han perdido “normalmente” un 35% de su función.
El tubo digestivo se va deteriorando desde la dentadura y la deglución hasta la función anal.
Las mucosas de todo el tubo digestivo pierden efectividad y aparecen todo tipo de trastornos funcionales sobrellevados de distinta manera por los pacientes. Ni hablar de la piel , , su textura y elasticidad se compromete y aparecen todo tipo de lunares, estrías, verrugosidades, etc., etc.
El sistema cardiovascular  se debilita y deterioran quitándonos reserva y limitando nuestra funcionalidad.
Quizás los pulmones sean los más nobles si no hemos fumado o vivido en una ciudad llena de smog  y la falta de aire habitual en una subida, por ejemplo, no suele ser por déficit respiratorio sino por el cardiovascular.
Nuestro cerebro se va atrofiando y las cavidades normales de líquido cefalorraquídeo van creciendo a expensas de la pérdida de masa gris. Nuestra memoria y brillo intelectual se va perdiendo.
Como vemos y como era de prever, el envejecimiento afecta todo el organismo.
Disminución de respuestas, o respuestas exageradas, deterioro de la masa muscular y ósea y todo tipo de fragilidad, vulnerabilidad, discapacidad para enfrentar situaciones de urgencia, intolerancias medicamentosas  etc. nos atacan en la vejez.
Cual debe ser la respuesta del ser humano frente a este indeseado estado?
En primer plano la necesidad de cuidarse.
 Algunos ancianos que llegaron a cierta edad renuncian  al cuidado de  su salud. Argumentan que ya llegaron y se entregan a peligrosos hábitos eventualmente dañinos.
Estos pacientes deberían saber que, por ejemplo, la mortalidad por un infarto cardíaco o cerebral  se duplica con el correr de los años. O que lo mismo ocurre con una simple neumonía.  Por esto la obligatoriedad de la vacunación antigripal y anti neumonía para los adultos mayores y el cuidado de los factores de riesgo.
Los pacientes de edad y sus familiares deberían enfocar la importancia de la prevención de accidentes. Para ello es menester poner acento en el ambiente donde se desenvuelven, el calzado que usan y si tienen o no problemas de equilibrio o movilidad.
Una fractura de cadera o un traumatismo de cráneo suelen ser ominosos.
Ni hablar de asegurar la sustentabilidad de la provisión de sus medicamentos.
El adulto mayor , por último debe saber que tiene una ventaja respecto de los más jóvenes.
Ya ha llegado.
Están allí al final del camino con experiencia y capacidad de observación.  Pueden leer lo que ocurre y compararlo con su historia de vida.
Tomado esto como suena , la vejez es un estado ventajoso. Por un lado, la falta de rutinas y esfuerzos laborales y por el otro el merecido descanso.
Para llegar a disfrutar de esto hay que saber que hay límites y que transponerlos es riesgoso.
Un anciano no puede conducir a una velocidad alta, no posee reflejos para imprevistos, como alegoría, la vida misma es una conducción. Vivir a un ritmo superior al posible entraña un riesgo.  Los sentidos se han deteriorado y esto es peligroso para propios y extraños.
La historia de vida y el deterioro cognitivo son los que mandan el ritmo de la inserción en la familia pero, sin duda,  aquellos abuelos que tienen una familia continente viven más y mejor.
A aquellos afortunados que la buena genética los proveyó de salud a avanzada edad hay que decirles que esto no los libra del cuidado. En ocasiones vemos morir octogenarios que estaban impecables y por no cuidar sus factores de riesgo fallecen en forma súbita cuando con una o dos pastillas podrían haber evitado la muerte y disfrutar de unos cuantos años mas de vida.
Corolario. No por ser anciano hay que descuidarse.
Ya llegaron a donde todos queremos llegar.

Transmitir la experiencia y el afecto a sus descendientes y ver en ellos la vida que contribuyeron a crear no es una pequeña cuestión. Es un premio a una trayectoria.

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